Partiendo de la premisa ya tratada de que la concentración es nuestro mayor recurso productivo, también es lógico que todo aquello que nos priva de la misma, que nos la rompe, constituye lo que podríamos llamar “enemigos de la productividad personal”.
Antes de continuar, conviene subrayar que las distracciones y las interrupciones, si bien producen efectos muy similares, son de naturaleza distinta. Suele aludirse por interrupción a aquello que se desencadena debido a un agente externo, es decir, son otras personas las que nos interrumpen. Las distracciones, por el contrario, pueden provenir de nuestro interior o del exterior, pero suelen tener al menos una muy importante componente interior, puesto que es uno mismo quien decide responder o no ante un determinado estímulo (en resumen, el anuncio publicitario de un producto sólo nos distrae en la medida en que optamos por prestarle atención). Debido a esta naturaleza diferente, también divergen las estrategias que cabe desarrollar para una mejor gestión de ambos fenómenos.
Las razones por las que tanto las distracciones como las interrupciones resultan tan nefastas es un tema ya expuesto: hacen que se pierda la concentración, y esta sólo se consigue recuperar tras al menos 10-15 minutos. Además de no ser inmediato, el proceso de concentrarse y desconcentrarse consume mucha energía mental y, si sucede de manera reiterada, resulta sumamente estresante para el cerebro, lo que redunda en una mayor sensación de agotamiento. A pesar de esto, los análisis efectuados respeto al nivel de interrupciones-distracciones que suelen existir en los espacios de trabajo resultan demoledores.
En un estudio efectuado en Microsoft, por ejemplo, para el que grabaron con su consentimiento a sus trabajadores de oficina, detectaron que estos sufrían un promedio de cuatro interrupciones a la hora, interrupciones que, en un 40% de las ocasiones, implicaban para ellos dejar de hacer la tarea con la que estaban para cambiar de tercio. Investigaciones similares efectuadas en otros países y organizaciones arrojan datos, no sólo parejos, sino incluso peores. Esto permite comprender el bajo estado de concentración en el que solemos trabajar tod@s, un hecho muy negativo para la efectividad personal y que llevó a Robert Frost a expresar una de sus frases más célebremente jocosas:
El cerebro es un órgano maravilloso. Comienza a trabajar nada más levantarnos y no deja de funcionar hasta entrar en la oficina.
Para que la mente siga plenamente operativa y enfocada a pesar de tanto follón, ya sea en oficinas o en otros entornos laborales y personales, conviene pues definir y aplicar estrategias contra las interrupciones y las distracciones.
Estas estrategias serán objeto de próximas entradas. En resumen del expuesto, recordar la diferente naturaleza de los conceptos tratados:
- Distracciones. Provienen de nuestro interior, o de nuestra respuesta a los diferentes estímulos externos. En resumen: nos distraemos nosotros.
- Interrupciones. Provienen siempre del exterior. En resumen: nos interrumpen otras personas.
Por último, subrayar que conseguir una buena productividad personal implica protegerse de ambos fenómenos con diferentes estrategias cuyo objeto es, en última instancia, proteger el recurso productivo más valioso: la concentración.
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