En una anterior entrada se habló de la importancia de las interrupciones y las distracciones, y después se trataron específicamente las interrupciones, haciendo la diferenciación (un tanto subjetiva, en realidad) de que éstas se deben la intervención de otras personas, mientras que las distracciones son pérdidas de atención por causas propias, intrínsecas, sin que nadie ajeno a uno mismo las provoque.
Dando por válida esta distinción, en esta entrada nos centraremos en las estrategias que cabe definir contra las distracciones, esto es, aquellas pérdidas de atención motivadas por uno mismo. Estas son algunas de las opciones:
Articular mecanismos para ser consciente de cuándo y cuánto nos distraemos
Tomar conciencia de la dimensión del problema siempre es un buen modo de comenzar. Una de las dificultades de la gestión de las distracciones es que, a menudo, no resulta fácil saber cuántas veces nos distraemos o cuánto tiempo permanecemos en ese estado. Un caso típico: entramos en internet para buscar una determinada información (considerando que será solo cosa de dos minutos), pero ésta info nos lleva a otra y esta última a otra más. Al final, el par de minutos iniciales se han convertido en media hora. O más. Una manera de saber cuánto tiempo se pierde de este modo es, por ejemplo, llevando un registro de tiempos, que puede hacerse con una sencilla hoja de cálculo -anotando horas de inicio y de finalización con cada cambio de tarea-, con un programa específico para controlar tiempos (Toggl puede ser un buen ejemplo) o también con programas como Rescue Time, que, una vez el instalado, genera informes semanales de manera automática sobre el uso que se hace del ordenador. Este control sistemático de tiempos puede que no sea necesario de manera continuada, pero sin duda sí servirá para hacernos conscientes de cuánto, con qué nos o en qué momentos nos distraemos, lo que nos dará una buena base para comenzar a mejorar en este registro.
Adquirir el hábito de trabajar con una herramienta de recopilación a mano
Se trata de un hábito que ya se recomendó para la gestión de las interrupciones (en el marco del método GTD, implicaría la adquisición del hábito de “recopilar/capturar”), pero también nos puede servir para las distracciones. La idea consiste en disponer siempre de un soporte (lápiz y papel, un cuaderno electrónico, una aplicación móvil…) en el que ir tomando nota de aquellas cuestiones que, mientras hacemos otra, aparecen en nuestra cabeza. La idea es simplemente retrasar el momento en el que se les va a prestar atención. Posteriormente, cuando se procese esa “bandeja de entrada”, se decidirá qué hacer al respeto. La clave es centrarse en una única cosa, pues, si algo no le sienta bien nuestra mente, es precisamente la multitarea y el cambio continuo de foco de atención.
Establecer elementos barrera ante las fuentes de distracciones
No siempre resulta fácil controlar la tendencia a distraerse. Algunas personas consideran que este tipo de medidas resultan excesivas, que la clave está en desarrollar el autocontrol necesario para saber contener las distracciones sin necesidad de tomar medidas a mayores; sin embargo, esto no resulta igual de factible para todo el mundo. Como muy bien explica el especialista en procrastinación Piers Steel, el talón de Aquiles del procrastinador es precisamente su impulsividad: la dificultad para no responder a determinados estímulos o tentaciones, como puede ser dejar la tarea prioritaria en ese momento (finalizar el trabajo final de grado, ese informe de ventas, esa novela…) para entregarse a cualquier otra más placentera, menos dificultosa, o que produce una gratificación más inmediata. Esta misma dificultad, además, también es reportada habitualmente por los psicólogos especializados en las llamadas “personas PAS”, o “de alta sensibilidad”, que también muestran una muy acusada tendencia a distraerse si no se protegen activa y contundentemente de los focos de distracciones. Esta puede ser la razón por la que muchas de las grandes mentes creativas fueron tan propensas a tomar medidas extremas para mantenerse concentrados. Raymon Chandler solía decir que el truco para escribir mucho podía resumirse en llevarse a uno mismo a una coyuntura en la que sólo dispone de dos opciones: escribir o no hacer nada. Para esto, disponía de un despacho en el que solo tenía mesa, silla, máquina de escribir y papel en blanco. Del mismo parecer debía de ser Herman Meville, quien solía pedirle su pareja que, literalmente, lo encadenase a su escritorio (en el que solo tenía pluma y papel) y no lo liberase hasta cierto número de horas después. Más hilarante resulta el método empleado por Víctor Hugo, quien, después de sentarse en su despacho, se desnudaba y le pedía a alguien que se llevase su ropa y que solo se la devolviese pasadas determinadas horas; de este modo, cualquier alternativa ocupacional a escribir quedaba descartada porque implicaba salir al exterior en calzones. Estos dos últimos ejemplos dan buena fe de lo difícil que puede llegar a ser vencer la tentación de distraerse y las medidas extremas que se pueden llegar a tomar para evitarlo.
Sin llegar a los extremos indicados, estas pueden ser algunas maneras alternativas de levantar barreras contra las distracciones:
- Bloquear el acceso a internet. El consejo consiste en ir más allá del simple hecho de proponerse permanecer desconectado: se trata de impedir que la conexión sea posible. Las maneras son múltiples, desde ir a trabajar a un lugar en el que no haya acceso a internet, hasta apagar el router, o emplear alguno de los programas y aplicaciones que bloquean el acceso a internet durante determinados períodos de tiempo (los programas y aplicaciones Freedom y Cold Turquey pueden ser dos buenos ejemplos).
- Trabajar en un entorno con baja presencia de distracciones potenciales. Si uno necesita dejar de comer azúcar por cuestiones de salud, no le parecería buena idea pasar el día en una pastelería. Del mismo modo, si uno no quiere distraerse, tampoco conviene quedarse en un lugar donde está muy accesible aquello con lo que suele hacerlo. Si uno tiene que estudiar pero lo distrae la TV, mejor hacerlo en una biblioteca. Si allí el problema puede ser el móvil, mejor apagarlo o incluso ir sin él. Si tú tentación irresistible son los juegos de ordenador, mejor desinstalarlos, o tenerlos en otro ordenador, no en el que empleas para trabajar. Algunos escritores contemporáneos confirman que, para escribir, emplean un ordenador específico, adaptado para que no pueda conectarse a la red y en el que solo tienen instalado el procesador de textos. Las opciones son, como se puede ver, múltiples, pero la idea es siempre la misma: que vencer las distracciones no dependa solo de la fuerza de voluntad, sino que haya alguna barrera a mayores contribuyendo a la causa.
En resumen
En próximas entradas se seguirá hablando sobre cómo controlar las distracciones para mantener mejor la concentración. En resumen de lo expuesto en este artículo, estas son algunas de las medidas que se pueden adoptar para evitar distraerse:
- Hacerse consciente de cómo se usa el tiempo. Se necesita consciencia de cuánto, cuándo y con qué uno se distrae para poder actuar en consecuencia. Por eso puede ser conveniente, al menos de modo temporal, realizar un examen de cómo utilizamos el tiempo.
- Trabajar con una “bandeja de entrada” a mano. Se trata de recopilar aquellas cuestiones que interfieren en nuestra concentración para, posteriormente, atenderlas como es debido, evitando rumiarlas.
- Establecer elementos barrera ante las fuentes de distracciones. La clave es que vencer la tentación de distraerse -con la TV, internet, el móvil o lo que fuere- no dependa solo del esfuerzo consciente, sino que haya algo que lo impida. Es decir: conviene ponerse a uno mismo fácil la victoria.
Imagen “distractions” cortesía de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Distractions.jpg