Aprendiendo a fluir

Comentamos en un artículo anterior el concepto de estado de flujo, o fluidez, entendido como la inmersión plena en la actividad que se realiza, estado que, además de permitir mayores cotas de logro, se caracterizaba por generar bienestar y diversas sensaciones gratificantes. Al mismo tiempo, también se citaba que el estado de flujo, aunque en todos/as emerge de modo espontáneo en multitud de ocasiones, se puede fomentar, para lo cual, de entrada, es necesario que cumplir una serie de premisas, o condiciones sine qua non, que eran las siguientes: metas claras, retroalimentación inmediata, equilibro entre reto asumido y capacidad que se posee y, por último, concentración.

Sin embargo, incluso cumpliendo esas condiciones, no siempre nos resulta fácil que las diversas actividades que abordamos se realicen en un estado de implicación plena. En este artículo se tratarán algunos enfoques que fomentan el estado de flujo, o que pueden contribuir a abordar con fluidez las diferentes actividades de nuestro día a día.

Cuando nos aburrimos, subir el nivel

Con esta sugerencia se trata de destacar la importancia de enfocar la variable “equilibrio entre reto y capacidad” de manera dinámica. Es decir, si actuamos siempre en un mismo nivel de rendimiento, acabará por resultarnos demasiado fácil; llegado este momento, hay que subir el listón. Los videojuegos, por ejemplo, suelen constituir para sus aficionados una fuente de fluidez; uno de los motivos es que están organizados en niveles crecientes de dificultad, de modo que mantienen alta la excitación y la implicación del/a usuario/a en el juego. Se trata por lo tanto de seguir una pauta similar: si lo que haces comienza a resultarte aburrido, es hora de ir un paso más allá. Si ya no te emociona jugar al tenis o al ajedrez con tu hermano porque le ganas con demasiada facilidad, debes buscar rivales con mayor nivel de destreza. Si te estancas en el estudio de una determinada materia, necesitas hacer un curso o adquirir un manual que lleve ese estudio a otro nivel. En resumen, el equilibrio entre reto y capacidad constituye una forma de equilibrio dinámico que solo se mantiene realizando desplazamientos periódicos.

Encontrar nuevos desafíos en la actividad

En ocasiones abordamos actividades que, por rutinarias, resulta complicado realizar con implicación. Una manera de conseguirlo es buscar en las mismas nuevos desafíos a superar. Los/las deportistas de élite, cuando tienen que disputar esas rondas preliminares en las que compiten contra adversarios de nivel inferior, suelen aprovechar esos partidos para pulir aspectos concretos de su juego, esfuerzo que incrementa su implicación en el mismo. Del mismo modo, por rutinaria o tediosa que encontremos una tarea, cabe procurar en la misma nuevos desafíos a superar. Algunas maneras pueden ser las siguientes:

  • Buscando realizarlas de manera más original o imaginativa. Si tienes que enviar una ronda de correos electrónicos informativos a tus clientes, cabe intentar hacerlo en esta ocasión de manera más ingeniosa, añadiendo chispas de humor o fijándote como objetivo, además de informar, sacarles una sonrisa.
  • Intentando resolverlas en tiempo récord. Tienes que hacer la declaración del IVA (esa rutina del autónomo) y no ves el modo de hacer la cosa más amena: bien, pues intenta al menos desarrollar un método que te implique en ésta fijándote como objetivo reducir a la mitad el tiempo que te requiere dejar despachado el tema. Es decir, se trata de adoptar la filosofía del atleta que intenta “mejorar su marca”.
  • Añadir presión. Sea estableciendo un tiempo límite, buscando la mejora continua en aquello que se hace, o definido nuevos y desafiantes objetivos, el mantenimiento del flujo requiere, como dice Daniel Goleman en su obra Focus: “Agregar una migaja de presión”.

Significativizar el valor de la tarea

Abrillantar los muebles puede ser una tarea sumamente aburrida, pero que podemos hacer con menor sensación de tedio, o incluso con cariño, si reparamos en cuanto hemos trabajado para adquirirlos, en que son un regalo de nuestra familia, o en los buenos recuerdos que atesoramos y que están asociados a los mismos. O también si reparamos en que, después de un día entero sentados ante el ordenador, nos sentará bien hacer una actividad que nos ponga en movimiento y nos ayude a completar esos 20 minutos de actividad física que suelen recomendar los/las médicos/as.

Un buen ejemplo de la importancia de significativar la tarea que realizamos es la anécdota que cuenta Boris Cyrulnik referida a un grupo de canteros que, en la Edad Media, pulía bloques de una piedra en una cantera británica. A uno de ellos, especialmente activo y sumergido en el pulido de su roca, le preguntaron la que se debía tanto interés por su labor, a lo que él respondió asombrado: “¿¡Y como no estar implicado, si estamos construyendo la catedral de Londres!?”.

Otro ejemplo puede representarlo el texto publicado por la auxiliar de enfermería Rebeca Vic, que se hizo viral en las redes sociales en el año 2015, bajo el título “el orgullo de limpiar culos”, en el que se nos recuerdan cosas como:

«Hoy volví a escuchar “trabajar aunque sea limpiando culos” y no es ni la primera ni la octava vez que lo escucho. Y siento la necesidad de reivindicar mi trabajo y de gritar al mundo lo orgullosa que estoy de él. Sí, señores y señoras, orgullosa de limpiar culos, cortar uñas, lavar cabezas, vestir, duchar, alimentar y cuidar a personas, sí, sí, personas, que no pueden hacerlo por sí mismas. Pero vamos a resumirlo en “limpiar culos”»

El texto completo puede leerse aquí, toda una lección de implicación profesional, dignidad e inteligencia emocional.

 

En resumen

Para conseguir el estado de implicación plena en la actividad denominado como “fluir” o “estar en la zona”, hay que cumplir sus condiciones básicas ya enumeradas. Ademas de eso, podemos potenciar esta implicación plena con las siguientes estrategias:

  • Si nos aburrimos, subir el nivel. Los incrementos progresivos en nuestro estándar personal de rendimiento constituyen un factor llave.
  • Encontrar nuevos desafíos en la actividad. Hacer lo de siempre no implica, en resumen, hacerlo como siempre. Buscar la manera de hacer a cosas mejor o de manera más creativa puede constituir un buen modo de restaurar el flujo a la actividad.
  • Significativar el valor de la tarea. A menudo se olvida el significado o lo valiosas que resultan las actividades que realizamos, estando este hecho en el núcleo del desinterés que suscitan. Restaurar dicha relevancia y tenerla presente es un buen modo de recuperar la implicación en la misma.

 

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