Temas como la productividad personal o la efectividad, vertebradores de este blog, son en realidad conceptos y términos relativamente recientes. No hace tantos años que, para referirse a cuestiones de esta naturaleza, solía emplearse la expresión “gestión del tiempo”. Hoy en día, sin embargo, ese punto de vista se considera obsoleto. En realidad, y aunque su estudio aportó nociones válidas y de indudable interés, nunca fue el suyo un enfoque demasiado acertado. Tal visión incluía un error de base: la imposibilidad de gestionar el tiempo. Se trata de algo que nadie puede hacer debido al propio peso de las leyes de la física; a lo sumo, cabe gestionarse a uno mismo con respecto a él. Por eso en la actualidad se habla de autogestión. Y dentro de ésta, la atención es el recurso clave.
Mihaly Csikszentmihalyi, el psicólogo introductor del concepto “estado de flujo”, es quien más está destacando en la actualidad la importancia de la correcta gestión de la atención, subrayando cómo sobre ésta se construye la propia personalidad. De este modo, en su libro Fluir afirma:
«Los nombres que empleamos para describir trazos de la personalidad -como extravertido, triunfador o paranoico- se refieren a los esquemas que emplearon esas personas para estructurar su atención. En la misma fiesta, el extravertido buscará y disfrutará de la interacción con los demás, el triunfador buscará contactos que le sean útiles para hacer negocios y el paranoico estará en guardia ante los signos de peligro que debe evitar. La atención puede emplearse de innumerables maneras, y estas maneras pueden conseguir que se disfrute de la vida o se sufra».
Entre otras cuestiones, de lo expuesto puede inferirse que la atención es en realidad aquello que sí cabe gestionar, el recurso que determinará si somos o no productivos y efectivos en base a si acertamos a prestársela a lo que se debe cuando es necesario y durante el tiempo que se requiera. Es decir, que se trata de pura autogestión.